martes, 10 de abril de 2018

Historia y vida de nuestra fundadora: Mª Magdalena Frescobaldi



Nuestra historia tiene sus orígenes en la ciudad de Florencia (Italia) a comienzos del siglo XIX, una época marcada por grandes convulsiones sociales, políticas y religiosas, originadas en gran parte por la Revolución francesa y las invasiones napoleónicas. Es en ese contexto donde encontramos a esta “SAMARITANA de la CALLE”, que merece la pena conocer.
María Magdalena Frescobaldi nace el 11 de Noviembre de 1771. Es la tercera hija de los marqueses Frescobaldi-Quaratessi, una familia que vive con intensidad su fe cristiana. Su madre, mujer de fe y de gran sensibilidad hacia los más desfavorecidos, es quien se ocupa especialmente de la educación de sus hijas y les inculca la vida de oración, la lectura meditada de la Pasión y, al mismo tiempo, el compromiso con los pobres y enfermos del entorno. A los 19 años, como era habitual en su época, se casa con el Marqués Pedro Roberto Capponi y tiene 4 hijos.
Magdalena fue una mujer probada por el sufrimiento: perdió a tres hijas de corta edad; tuvo que vivir la ocupación de los soldados franceses y el exilio en Austria; acompañó a su marido en su larga enfermedad; tuvo que educar a dos nietas cuando falleció su nuera… La invasión de Florencia por las tropas de Napoleón llevó a Magdalena, a su esposo y a su hijo al exilio en Viena.
Encuentro con la pobreza
A su regreso, la primavera de 1803, Magdalena se encuentra con los graves problemas de su ciudad: la miseria causada por la guerra, los enfermos sin recursos; las prostitutas y los niños de la  calle.
Magdalena se siente movida interiormente y, junto a otras compañeras, comienza a prestar su servicio como voluntaria en el hospital de incurables  “San Bonifacio” de Florencia. Ayudan a dar de comer a los enfermos, los lavan, les leen libros, enseñan el catecismo… Las enfermas que más le llaman la atención en el hospital son las mujeres caídas en las redes de la prostitución, a las que trata con especial cariño. Son mujeres que emigran a la ciudad buscando un futuro mejor y se encuentran solas, desorientadas, sin recursos, sin cultura, sin apoyos, siendo victimas de un mundo que les daba la espalda y las consideraba como simples objetos o recursos. Hoy, en muchos lugares, las mujeres también sufren discriminación o violencia por el hecho de ser mujeres.
Magdalena cree en la capacidad de recuperación de la persona. La contemplación del Crucificado, entregado totalmente por amor, el cariño y la acogida, la educación y la convivencia diaria tienen la fuerza constructiva necesaria para que la persona recupere su dignidad y sea una CRIATURA NUEVA. Cree en la educación para formar personas libres, felices y fuertes y también como prevención del fracaso y de la marginación.
Queriendo dar respuesta a esta realidad, en 1812 funda la primera casa “Retiro”, una casa de acogida para las jóvenes que libremente quieran salir de la vida de la prostitución.  El amor  del Crucificado-Resucitado que da su vida por todos, le impulsa  a Magdalena a creer en las personas y a gastar su vida por ellas.
En esa casa, Magdalena pretende prepararlas para afrontar la vida:
Alfabetizarles y formales en habilidades para integrarse en el mundo social y laboral.
Acompañarlas educándolas desde el amor, la comprensión y la cercanía.
Un nuevo PROYECTO de VIDA
El 17 de Marzo de 1815,  cuatro jóvenes ex prostitutas comienzan una nueva forma de vida comunitaria centrada en la memoria de la Pasión de Jesús, a la luz de la espiritualidad del gran místico Pablo de la Cruz. Estas jóvenes proceden de la casa que Magdalena había abierto en 1812, para la educación y la convivencia diaria y su posterior reinserción en la sociedad.
Este pequeño núcleo será el origen de la Congregación de las Hermanas Pasionistas de San Pablo de la Cruz. En 1817 Magdalena solicita al General de los Pasionistas, P. Tomás Alvesano, la unión espiritual con los Pasionistas.
Magdalena escucha el clamor de las personas crucificadas de su tiempo y conecta con la espiritualidad de San Pablo de la Cruz (fundador de los Pasionistas). Se preocupa también de que la nueva comunidad se construya sobre la base de “un solo corazón y una sola alma, una sola voluntad en el amor”.
En 1832 Magdalena se encuentra con niñas que, mientras sus padres están trabajando, se encuentran en la calle desprotegidas en San Romano, pueblo cercano a Florencia.  Magdalena quiere dar respuesta a esta necesidad educativa y abre una escuela para que se formen como personas responsables.
La vida de Magdalena fue toda ella un mensaje. Era una gran mujer y una gran educadora que dejó lemas como “Enseñar, prevenir y educar”, “Educar con amor y perseverancia”. Ella impulsaba a las primeras hermanas a trabajar con los niños y jóvenes para que fueran personas autónomas y les educaran en valores humano-cristianos.
El invierno de 1838, María Magdalena cae enferma y se va debilitando poco a poco. El 8 de Abril de 1839 fallece en su Florencia natal, después de una vida entregada a favor de los más débiles.

lunes, 2 de abril de 2018

¿Qué es la pascua?



El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego = "pentecostés", vividos y celebrados como un solo día: "los cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo" (Normas Universales del Año Litúrgico, n 22).
El tiempo pascual es el más fuerte de todo el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado el año, que se inaugura en la Vigilia Pascual y se celebra durante siete semanas, hasta Pentecostés. Es la Pascua (paso) de Cristo, del Señor, que ha pasado de la muerte a la vida, a su existencia definitiva y gloriosa. Es la pascua también de la Iglesia, su Cuerpo, que es introducida en la Vida Nueva de su Señor por medio del Espíritu que Cristo le dio el día del primer Pentecostés. El origen de esta cincuentena se remonta a los orígenes del Año litúrgico.
Los judíos tenían ya la "fiesta de las semanas" (ver Dt 16,9-10), fiesta inicialmente agrícola y luego conmemorativa de la Alianza en el Sinaí, a los cincuenta días de la Pascua. Los cristianos organizaron muy pronto siete semanas, pero para prolongar la alegría de la Resurrección y para celebrarla al final de los cincuenta días la fiesta de Pentecostés: el don del Espíritu Santo. Ya en el siglo II tenemos el testimonio de Tertuliano que habla de que en este espacio no se ayuna, sino que se vive una prolongada alegría.
La liturgia insiste mucho en el carácter unitario de estas siete semanas. La primera semana es la "octava de Pascua', en la que ya por rradición los bautizados en la Vigilia Pascual, eran introducidos a una más profunda sintonía con el Misterio de Cristo que la liturgia celebra. La "octava de Pascua" termina con el domingo de la octava, llamado "in albis", porque ese día los recién bautizados deponían en otros tiempos los vestidos blancos recibidos el día de su Bautismo.
Dentro de la Cincuentena se celebra la Ascensión del Señor, ahora no necesariamente a los cuarenta días de la Pascua, sino el domingo séptimo de Pascua, porque la preocupación no es tanto cronológica sino teológica, y la Ascensión pertenece sencillamente al misterio de la Pascua del Señor. Y concluye todo con la donación del Espíritu en Pentecostés.
La unidad de la Cincuentena que da también subrayada por la presencia del Cirio Pascual encendido en todas las celebraciones, hasta el domingo de Pentecostés. Los varios domingos no se llaman, como antes, por ejemplo, "domingo III después de Pascua", sino "domingo III de Pascua". Las celebraciones litúrgicas de esa Cincuentena expresan y nos ayudan a vivir el misterio pascual comunicado a los discípulos del Señor Jesús.
Las lecturas de la Palabra de Dios de los ocho domingos de este Tiempo en la Santa Misa están organizados con esa intención. La primera lectura es siempre de los Hechos de los Apóstoles, la historia de la primitiva Iglesia, que en medio de sus debilidades, vivió y difundió la Pascua del Señor Jesús. La segunda lectura cambia según los tres ciclos: la primera carta de San Pedro, la primera carta de San Juan y el libro del Apocalipsis.

Extraído de:  Blog ACIPRENSA